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Opinión. Oswaldo García Jarquín, morenista por fuera, priista por dentro

por Agencia Zona Roja

Ismael García M./Zona Roja.

Oaxaca de Juárez, Oax., 27 de enero de 2020.- Sólo para ganar la elección, Oswaldo García Jarquín se vistió del color Morena y aparentó ser afín a Andrés Manuel López Obrador.

Sin embargo, a un año y un mes en el cargo, repite las viejas prácticas priistas: escasas obras y nula seguridad, mucho discurso; protección e impunidad para los vendedores ambulantes; uso faccioso de los colores partidistas en papelería oficial e incluso en patrullas, motopatrullas y personal policiaco, pese a que en este último caso hay una norma oficial.

También, colocación de funcionarios por recomendación partidista más que por capacidad (René Ricárdez Limón, un ejemplo de tantos); opacidad en el manejo de recursos públicos, soberbia política, que le ha valido un distanciamiento tanto con diputados de Morena como la dirigencia.

EFECTO AMLO

García Jarquín no conoce las carencias sociales de las colonias paupérrimas y en un año son escasos sus recorridos por esas zonas; su vida está alejada del común de la sociedad y, en términos acuñados por López Obrador, es un “fifí”, patrón y ex dirigente de patrones, egresado de escuelas privadas, incluyendo de una norteamericana.

Estudió el nivel básico en la capital; la preparatoria, en el St. Johns Northwestern Military Academy en Delafield, Wisconsin, Estados Unidos. También realizó estudios universitarios por un año en Marquette University en Milwaukee, Wisconsin, becado pero por jugar soccer en la NCAA División I.

Estudió Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Campus Monterrey.

Su vida ha sido la burocracia universitaria, en la comodidad de la Universidad “José Vasconcelos”, escuela que fundó su padre Oswaldo García Criollo, político priista, de quien aprendió las prácticas que hoy pone en marcha.

Desde el año 2001 laboró en la “José Vasconcelos” en distintos cargos; en 2006 –año de la revuelta social de la APPO –en la que en ningún momento se pronunció por la lucha social– se convirtió en socio fundador de la universidad, de carácter privada.

Ya con Gabino Cué en el cargo de gobernador –en que tampoco tuvo activa participación para el triunfo–, en 2013 fue director del Instituto de Estudios de Bachillerato del Estado de Oaxaca (IEBO), su única experiencia administrativa. Previo a ello, fue designado en el 2010 como presidente de la Coparmex Oaxaca, organismo empresarial patronal, en que por supuesto no se distinguió para estar del lado de la clase obrera.

No fue sino hasta 2016 en que se convirtió en “promotor de la soberanía nacional” de Andrés Manuel López Obrador, tras ello candidato a la presidencia municipal por Morena, contienda que perdió con José Antonio Hernández Fraguas.

En 2018, de nuevo compitió por la silla municipal y ganó, por el efecto Obrador –que también triunfó por la Presidencia de la República– y por malos candidatos del PRI, con Manuel de Esesarte Pesqueira, y del PRD-PAN, Samuel Gurrión, con un pasado turbio y de corrupción.

Los retos y los pleitos que ha asumido en 13 meses son muchos; las soluciones escasas, o ausentes.

Unos días antes de asumir el cargo, el Centro Histórico se llenó de vendedores ambulantes y desde entonces no ha sido capaz de frenar esa invasión continua; ahora, hasta el Andador Turístico está plagado no solamente de informales oaxaqueños, sino de otras entidades del país, como el Estado de México y Chiapas.

Los dirigentes de ambulantes como Carmela Luján, imponen sus condiciones cada vez que quieren y son ellos los que negocian los espacios e incluso controlan a los inspectores municipales, además cooptarlos. Poco o nada ha hecho por remediar la situación.

¿Seguridad? Uno de sus talones de Aquiles, donde ha dado bandazo tras bandazo; continuos paros de la policía municipal que se ha quejado de falta de uniformes y equipos, así como pésima calidad de éstos, cuando le son entregados.

Adquirió y el gobierno estatal le apoyó con algunas patrullas y motopatrullas, pero el espíritu priista de color guinda le ganó y pintó en esa tonalidad las unidades de motor, que por regla deben ser azul marino.

Las tuvo que cambiar de color, pero no informó cuánto costó ese capricho; para insistir con los colores de Morena, pintó las unidades de transporte, camionetas oficiales y hasta los carros recolectores de basura; a los policías, al no poderles dotar de un uniforme completo guinda, les dio chalecos en ese tono.

Con los sindicatos, incluyendo los trabajadores de limpia, no son pocos los conflictos y esta misma semana resurgieron.

La inseguridad es cada vez más incesante hasta en el Centro Histórico, donde han sucedido crímenes inéditos, en el primer año del gobierno de García Jarquín, como fue el caso del médico en la calle de Crespo, a unos pasos de la Universidad “José Vasconcelos”; una persona en la avenida Hidalgo, a una cuadra de la Alameda de León.

O como la pareja de ancianos asesinada a balazos en la calle J. P. García, a dos cuadras del zócalo, o como la ejecución de este domingo 26 de enero, a plena luz del día y a ojos de cientos de personas; los asaltos son incontables.

Pero en lugar de resolverlos, opta por nuevos caprichos, como su interés por imponer los parquímetros –que planteó hace años el priismo, para obtener más dinero de los contribuyentes–.

Usó su Universidad para hacer una falsa encuesta; una asociación civil sin fines de lucro hizo lo propio y el 90 por ciento rechazó ese esquema en el estacionamiento público; varios diputados del Partido Morena le pidieron, en un exhorto aprobado desde el Legislativo, a desistir de esa intención, pero el edil no escucha; hasta dos de sus regidores hicieron un pronunciamiento en contra.

Ahora mismo tiene a los diputados encima, que no le aprueban su Ley de Ingresos, pero García Jarquín no cede y sigue encaprichado.

Las protestas son también continuas, y apenas la semana pasada fueron dos, de taxistas de la capital, cuando hace años que no se manifestaban; en lugar de ello, en una declaración, se deslindó de la problemática y dijo que no le correspondía, aunque uno de los reclamos era la seguridad.

Con el gobernador Alejandro Murat, el presidente municipal lleva una aparente relación de trabajo; sin embargo, poco después del Día de Reyes, el mandatario efectuó un festival en zona capitalina, en la que no estuvo invitado el edil, quien a su vez hizo su propio festival dominical.

Casi dos años le quedan a García Jarquín y su capital político ya lo echó por la borda. Aún así, quiere repetir en la presidencia municipal. O cuando menos ser diputado local. Ni uno ni otro; no tiene ya el respaldo de Morena.

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