Inicio COLUMNA Opinión. De la vergüenza a la pena ajena

Opinión. De la vergüenza a la pena ajena

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

Las falsas narrativas tienden a caer por su propio peso. Las realidades alternas no existen y a veces es tarde para que la gente se dé cuenta de ello.

Así fue en 2006. La falsa narrativa heroica de la CNTE, y su brazo armado de la APPO cayó por su propia falsedad. La gente tardó, pero se dio cuenta que todo había sido una asonada sindical y no un movimiento social que nos daría un mejor futuro.

Así se ha construido una narrativa alrededor del mundo del migrante. En esa necesidad de lucrar con todo han surgido asociaciones que supuestamente los defienden y trabajan por dignificarlos. La falsa narrativa que dice que el oaxaqueño es generoso con los extranjeros cayó por su propio peso.

Se esperaría que los oaxaqueños, cuya tierra es productora de migrantes, deberían ser más sensibles a esta situación. No es así. Entre comerciantes del Mercado de Abasto y vecinos de las colonias cercanas pidieron a las autoridades que se los llevaran a otros sitio porque les preocupa el hacinamiento, la mendicidad, la basura que producen y la delincuencia, se quejaron, es decir, les hicieron el feo porque a diferencia de los güeritos, estos no traen dinero. Los discriminaron por pobres.

Las autoridades municipales actuaron de inmediato, con inusual y vergonzosa rapidez enviaron camiones para levantarlos y trasladarlos a un albergue temporal para que no dieran mal aspecto. De nada sirvió, un par de días después estaban de vuelta.

Lo mismo sucedió con el “albergue” levantado en San Sebastián Tutla. A través de un pasquín sin membrete ni firma, cuya imagen se difundió en redes sociales. Se quejan de que son un municipio indígena y que, por sus usos y costumbres, debieron haber sido consultados antes de abrir el albergue y sugieren protestar para que los echen. En otra cuenta se publicó un video en el que vecinos señalan su desacuerdo y sus temor ante los migrantes.

Vergonzosamente ninguna organización defensora de migrantes dijo nada, ni el señor Alejandro Solalinde. Los oaxaqueños presumimos de tener una gran cultura, ser abiertos y cálidos con el mundo, sin embargo, hoy también podemos presumir nuestra profunda xenofobia, vergonzosa cualidad de una sociedad que no se ha dado cuenta de que esa es su verdadera cara. El oaxaqueño se dobla ante los güeritos de ojos claros; ante los morenos como él es intolerante y racista.

La crisis migratoria es producto de muchas razones y no son migrantes por gusto. Lo que es un hecho concreto, es que esta crisis ya derivó en una emergencia humanitaria.

¿Con qué cara ahora pediremos un trato digno para los migrantes oaxaqueños en los Estados Unidos? Debemos entonces justificar, como lo hacen quienes se horrorizan con los migrantes en Oaxaca, que los gringos sientan asco por los mexicanos.

Y de la vergonzosa conducta xenofóbica nos vamos a la pena ajena. 

Convertido en un circo romano, el auditorio Guelaguetza sirvió para enviar un mensaje claro: por un lado, el enorme poder de la nueva clase gobernante y, por el otro, el grado de ignominia al que están dispuestos a llegar quienes ambicionan un hueso.

Fue una masacre, los prestigios y las honras personales quedaron regadas, pisoteadas y escupidas en el escenario. La violencia no fue física, fue simbólica. Someter a un grupo de tránsfugas a la aprobación de una masa anónima que es fácilmente manipulada fue un ajusticiamiento que tuvo amplio eco en las redes sociales. Ni el dinero hubiera podido comprar tal humillación de pena ajena.

En la política mexicana, que no se maneja por convicciones e ideologías sino por intereses y complicidades, el salto de un partido a otro es frecuente, sin embargo, pocas veces el transfuguismo se ha dado en vivo y a todo color, en medio de un espectáculo circense al estilo de las viejas fuerzas vivas de la revolución en la era priista del Morena.

El mexicano tiene una especial animadversión hacia quien considera traidor. No los olvida ni los perdona. El caso de doña Marina, La Malinche”, una extraordinaria e inteligente mujer, es paradigmático de cómo el mexicano considera peor que apestado a quien califica de traidor. Y la pasarela de ex priistas así fue considerada. Por respeto a la poca dignidad que aún guarden por ahí no repetiremos sus nombres, aunque ya hasta los ambulantes los identifican.

No cometieron un delito, las leyes lo permiten, pero debería estar regulado. Pudieron hacerlo de forma honrosa si hubieran pensado antes, es un decir, que su conducta deteriora aún más lo poco que queda de democracia en México a partir de la llegada de la mesiánica 4T. 

En la política mexicana la traición es moneda corriente dada la libertad política que tenemos, sin embargo, esta práctica dista de ser aceptable y muestra lo peor de las personas, como lo son la profunda ambición para seguir viviendo del erario. El transfuguismo es sinónimo de avaricia, ambición, codicia, oportunismoy, por supuesto, la absoluta falta de vergüenza y de convicciones.

nestoryuri@yahoo.com

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