Inicio COLUMNA Opinión. ¿Cómo alguien, siendo el que es, puede ser otro?

Opinión. ¿Cómo alguien, siendo el que es, puede ser otro?

por Agencia Zona Roja

Diego Enrique Osorno*

El teatro es el arte de la personificación y de la creación de personajes, al actor le toca encarnar a una figura, que es un arte difícil de entender porque nos enfrentamos al dilema de Hamlet, to be or not, es o no es, se trata de conjugar el verbo

He contado antes que el escritor Thomas Harris me contactó en 2013 para investigar unos crímenes ocurridos en Monterrey a finales de los cincuenta y que, después de unas semanas, así como de un intercambio de mensajes, deduje que uno de estos sucesos podía tener algo que ver con la creación de su célebre personaje Hannibal Lecter.

El villano más célebre del cine contemporáneo, quién lo diría, está inspirado en un encuentro que el propio Harris tuvo en su juventud reporteril con un asesino confeso llamado Alfredo Ballí Treviño, a quien el escritor conoció en el interior del Penal del Topo Chico.

Harris entró en aquella época al desaparecido reclusorio para indagar sobre la masacre de la familia Pérez Villagómez, ocurrida en los límites de Nuevo León y Texas, por la cual fue acusado y sentenciado a muerte el texano Dykes Askew Simmons.

Tras aquella correspondencia que tuvimos, Harris reveló la anécdota en el prólogo a la edición especial del 25 aniversario de su novela “El silencio de los inocentes”, publicando también un artículo especial en “The Times”.

—¿Cómo se crea un personaje?, ¿cuáles son las diferencias y encuentros esenciales en esta búsqueda por parte de un actor y un director?

—Yo creo que todos en el teatro —y de algún modo en el cine y en toda ficción narrativa—, todos tenemos una misma convicción por crear personajes. La creación del personaje, esa es la tarea que nos reúne a todos. De modo particular el teatro y más concretamente lo que llamabas el drama, el arte dramático, es el arte de la personificación. Gracias al teatro, los seres humanos nos concebimos personas. Persona es una palabra teatral, por eso, el gran dramaturgo es el propositor de personajes, pero incluso, también en la narrativa, la gran obra es la creación del personaje, en tanto a personaje, en tanto a carácter, diría la poética de Aristóteles.

El carácter es la creación de alguien único, que tiene una unicidad única, parecida solo a si misma y distinta de todo lo demás. Cuando alguien se nos muere, sabemos que por más que nos sobreviva la especie, ahí hemos perdido algo de modo irreparable. Nadie puede sustituir a una persona.

El teatro es el arte de la personificación y de la creación de personajes. Al actor le toca encarnar al personaje, que es un arte difícil de entender porque justamente está en un dilema ontológico… vamos, si actuar fuera conjugar el verbo parecer, nuestra conversación no tiene sentido, es algo tremendamente banal, pero si lo que hace un actor es conjugar el verbo ser, estamos en un problema: ¿Cómo alguien, siendo el que es, puede ser otro? De eso se trata, de conjugar el verbo ser.

Más allá de argumentos ontológicos o metafísicos, a mi nadie me tiene que convencer de eso, porque yo lo vivo, yo lo he visto. Lo que yo tengo que hacer es tratar de explicar cómo es eso, porque eso es así, no siempre, pero yo soy testigo de momentos prodigiosos donde el actor es el personaje y entonces nos enfrentamos al dilema de Hamlet, to be or not, es o no es.

Lo que yo creo que hace el teatro es volver el dilema en una conjunción. El actor es y no es al mismo tiempo, pero también lleva una vida doble. Tenemos una vida onírica; otra cosa es que estando despiertos no nos acordemos, pero esta misma noche, quién sabe donde hemos estado. Freud decía que el sueño es realidad mientras dura, y yo me quedo pensando, y digo, ¿qué otra cosa es la vida?

Lo que sucede es que para soñar hay que perder la consciencia y estar dormidos, y en el momento en que recuperamos y despertamos, el sueño se desvanece. Hay una frontera imposible para poder habitar las dos dimensiones que son nuestra vida, porque buena parte de lo que llamamos nuestra vida ha sucedido en la dimensión onírica y el sueño, o en eso que la psicología profunda querría tratar o que es el gran enigma que también los poetas intentan descubrir: eso que llamamos lo inconsciente.

Esto tiene mucho que ver con la apreciación de lo que plantea Thomas Harris en su narrativa. Freud decía claramente: la conducta no es explicable por la vía de la razón. La lógica racional no explica la conducta, ¿por qué? Porque hacemos lo que hacemos, o no hacemos lo que no hacemos. Siempre decimos que queremos hacer esto, pero hacemos lo contrario. Ni a nosotros mismos nos explicamos racionalmente, no quiere decir que no haya una lógica, solo hay otra lógica y ésa está, como planteaba Freud, en una necesaria nueva hermenéutica del mundo onírico, lo cual implica su reto de recuperación de la memoria, de ser habitante de una frontera entre dos dimensiones.

***

Tiempo después de mis servicios como investigador de Thomas Harris, figuras como la del doctor Ballí, así como la de Simmons y la del propio Harris, empezaron a causarme variadas formas de curiosidad. De una forma u otra, cada una de estas figuras significaba temas que me han apasionado como las fronteras entre la realidad y la ficción, el bien y el mal, el periodismo y la literatura, México y Estados Unidos…

De Ballí y Simmons, con el paso del tiempo, fui acumulando información de hemeroteca y archivos oficiales, a la par de decenas de entrevistas con gente vinculada a sus historias y casos judiciales.

Sin embargo, de Harris hallé muy poca información. Leí sus estupendos artículos de la revista Argosy (conseguí algunos ejemplares impresos en subastas texanas), algunas notas de su paso por la agencia AP y casi todas sus novelas, las cuales, debo reconocerlo, no me impactaron tanto como sus trabajos periodísticos noir.

Pese a haber sido periodista en sus orígenes —o quizá por ello— cuando Harris se volvió un autor “best seller”, implementó la estricta política de no dar ruedas de prensa ni promoción alguna de sus obras de manera directa. En treinta años ha dado apenas un par de entrevistas. La más reciente fue en 2019 con la joven periodista del “New York Times”, Alexandra Alter, con motivo del lanzamiento de su novela “Cari Mora”, la primera en varios años en la que no hay referencia alguna a Hannibal Lecter.

En esa entrevista, Harris confirma que vive en Florida y comparte a la reportera que una de sus aficiones, además de la cocina, es ayudar en un albergue de animales en Pelican Harbor. Una de las fotos más memorables del artículo es la del escritor con una lechuza.

La entrevista con el maestro Luis de Tavira, como también lo mencioné antes, se volvió en algún momento una entrevista con Thomas Harris. Por eso, unos días después de hacerla en la fábrica abandonada de Marinos, viajamos de la Carmen Romano a McQueeney, Texas, un pequeño pueblo con cierto aire floridiano en el que le tomé a De Tavira una foto con una lechuza.

Después de la sesión nos enteramos que esa lechuza —la cual solo tenía un ojo tras haber sido atacada por un idiota texano—, tenía el nada casual nombre de Artemisa.

*Escritor y periodista.

@DiegoEOsorno

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