Inicio COLUMNA Opinión. “…Y ahí, uno ve todo”

Opinión. “…Y ahí, uno ve todo”

por Agencia Zona Roja

Diego Enrique Osorno*

Antes de que Luis de Tavira viniera a la fábrica abandonada de Marinos, lo hizo Joaquín Hurtado, escritor contemporáneo de Nuevo León cuya prosa lúcida y cadenciosa rompe la catedral falocéntrica de la literatura local. Recuerdo haberlo leído en revistas y libros de editoriales independientes a finales de los noventa, en la misma época que descubrí la poesía de Samuel Noyola. En sus “textos” (nunca sabías si eran crónicas o cuentos), Joaquín era un proletario que ajustaba cuentas desde la sensualidad con lo regio.

Guerreros y otros marginales fue el primer libro suyo que llegó a mis manos. Era una colmena de historias que algunas veces parecían cantos cadenciosos bordeando la periferia existencial. Después conseguí Laredo Song y creció mi devoción. Un narrador recorría el cuerpo social oculto de la ciudad y nos animaba a desearlo con la misma intensidad que él lo hacía.

Por extrañas razones, la obra de Joaquín, aunque ya es reconocida en Nuevo León, no ha trascendido a nivel nacional. Antes de fallecer abruptamente, el querido editor Iván Trejo reunió toda su narrativa en un par de volúmenes bellamente impresos bajo el sello Atrasalante con el título Vuelta Prohibida.

Joaquín ya había estado antes en Marinos. Cuando llegó a nuestra entrevista, cerró los ojos y tomó un par de minutos para contemplar a detalle en su memoria el enorme galpón vacío y evocar los recuerdos que le traía de sus andanzas callejeras durante la niñez. Tras ese reencuentro íntimo, caminamos al lugar donde sostendríamos la entrevista.

Por cuestiones de sonido e iluminación, la entrevista con Luis de Tavira no fue en la nave principal de Marinos, sino en unas oficinas ruinosas aledañas que alguna vez ocuparon los ejecutivos de la fábrica y luego seteó Gabriela Garciandía con su pequeño ejército de artistas.

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De Tavira recuerda un artículo de Freud de 1919 donde define lo inconsciente como la residencia física de la energía reprimida en el tejido nervioso. “Somos deseo, somos pulso, impulso, deseo infinito de infinitud incesante”, retoma el dramaturgo en la entrevista principal de esta serie periodística. “Ser deseo es saberse insuficiente. Uno desea y desea lo absolutamente otro, esa es la vida, por eso dice Freud en “el principio del placer”, que el que no desea no sobrevive. Sobrevive el que desea, pero al mismo tiempo, quien no consigue reprimir sus deseos, tampoco sobrevive”.

-¿Y cómo se relaciona esta sensación con lo real?

-Lo primero que experimentamos en la existencia, eso que es la realidad como el límite, lo que dice no a tu deseo, eso es la realidad. El niño llora y la madre está desviviéndose por ya darle de comer: “Ahí voy, ahí voy”, está calentando la mamila o preparando el pecho, pero el niño no entiende, sigue llorando, tiene deseo de hambre, entonces, lo primero que tenemos que aprender en la vida es a tener paciencia, y eso pasa por aceptar que todo lo que es real, en un principio es un no a mi deseo.

Dice Freud -para volver a la huella némica-: que toda la energía del pulso-impulso, que llama maravillosamente “libido”, él le llama el impulso de vida enfrentado a una realidad que es en principio un no, y entonces viene esta energía que hay que reprimir, porque si no la reprimes tampoco sobrevives. A eso lo llamamos frustración o lo llamamos trauma, o lo llamamos sufrimiento o desdicha. Para superar hay que reprimir. ¿Y a dónde va esa energía?, dice Freud, porque es energía, es decir energía física, porque es materia y materia es masa y energía. ¿Esa energía a donde va? Va al tejido nervioso y ahí funda la impresión de algo muy poderoso como son esas cosas que él llama traumas, es decir heridas, es decir cosas que se cicatrizan o que uno no permite que cicatricen.

El resentido ha encontrado en la equivocada estrategia de victimizarse y mantener la herida abierta, un modo de justificar sus propias omisiones diría yo, entonces sí: la memoria es imaginación, pero también es energía, es decir, es eso que quedó. De todo lo vivido, nada pasa impunemente.

-¿Y la imaginación es también un ejercicio memorioso?

-Otra cosa es lo que podemos recordar con precisión. Siempre verbalizamos, por eso la indagación verbalizadora es sinónimo de salud para Freud, volviendo a Freud… Estoy hablando mucho de Freud, no sé por qué, pero sí creo que la narrativa de Thomas Harris tiene mucho que ver…

La ficción es una manera de transfigurar lo vivido por mí en lo vivible por otro. Por lo tanto, es una liberación, pero no es posible llegar a esa creación si no ha pasado por la propia huella némica. Creo que Harris lo dice muy bien en la entrevista: “Uno escribe de lo que conoce”. Difícilmente uno podría escribir de lo que no conoce, o a partir de lo que conoce… Como diríamos en el pensamiento analógico: ser capaz de imaginar lo que uno conoce, pero sí, la memoria es el punto de partida…

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Luis de Tavira se refiere a la entrevista que Thomas Harris dio a su amigo Anthony Brandt. Una entrevista excepcional porque Harris casi no ha dado entrevistas a lo largo de su vida pero también porque ésta ocurre para un canal local de los Hamptons de Nueva York. Excepcional también por algunas confesiones.

-A mí me conmovió mucho la autenticidad y sencillez con la que Harris se expresa en esa entrevista cuando reconoce en la necesidad de pagarse los estudios el haber encontrado el camino del periodismo, primero como un modo de subsistencia, pero se va a convertir luego en una pasión por el conocimiento.

Esto me lleva a reiterar que es el arte quien te elige, o es la vida quien te va eligiendo. Harris, para ayudarse en sus estudios se hace periodista y como periodista se vuelve reportero policial y entonces dice así, simple y sencillamente, con una contundencia impresionante: “…y ahí, uno ve todo”. Es decir, ese “ver todo” tiene que ver con lo metonímico claro, en el acontecimiento criminal hay una metonimia de todo. 

Continuará…

*Escritor y periodista

@DiegoEOsorno

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