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Opinión. La puerta semiabierta

por Agencia Zona Roja

Diego Enrique Osorno*

Luis De Tavira evoca a los pasajes de la Biblia para resaltar el poder de la ficción, la cual describe como: el poder de entrar a lo inefable; alude a Aristóteles para definir qué es verídico y los creadores de la primera poiesis la palabra verdad no existe 

Después del Diluvio, Noé liberó algunas aves del Arca para investigar si el mundo había sido destruido por completo. Varias se fueron y perdieron hasta que una paloma regresó con una pequeña hoja de olivo en el pico, señal inequívoca para Noé de que aún existía la vida. Luis de Tavira, con su torrente de sabiduría evocadora, cuenta este pasaje de la Biblia para resaltar el poder de la ficción.

“Es el poder de entrar en lo inefable, en lo invisible y de poderlo sacar a la luz, por eso el concepto de verdad en los griegos, concretamente en Aristóteles y en los creadores de la primera poiesis, la palabra verdad no existe. Vero véritas es latino, no es igual que aletheia, que es lo que dicen los griegos.

Vero véritas es la adecuación de un juicio a una cosa. Yo digo: “Esto es una taza”, y esto no es una taza, es una jarra, entonces, mi juicio no es cierto, es falso, porque mi juicio no es adecuado al objeto. Eso es véritas.

Y aletheia aclara más la búsqueda de lo que hacemos en la ficción. Quiere decir revelación, quiere decir desocultamiento, quiere decir desvelamiento de la esencia oculta de lo que algo es. Como decía Saint Exupéry, “lo esencial es invisible”, y a eso tenemos acceso solo a partir de la ficción.

La ficción es aletheia, más que véritas, por lo tanto, el concepto de verosimilitud entraría en cuestión, porque pareciera ser un requisito estético de los realismos el resultar verosímil.

—¿Y cómo entender entonces ahora el problema de lo verosímil?

—Hay que entender que es una palabra centauro. Está compuesta de algo vero y de algo símil, es decir, la creación de un símil. Hay algo que crear, que es capaz de transparentar aquello que no es, por eso es su símil. La creación ficticia es la imagen y una imagen, diríamos, es una cosa que transparenta –sino no es imagen–, que transparenta otra. Al hacerse transparente esa imagen podemos ver la otra, aquella a la que refiere y resulta inaccesible si no es través de la imagen.

Por eso la ficción es construcción de imágenes y la construcción de imágenes tiene que ver con la posibilidad de imaginar, y la posibilidad de imaginar solo puede darse en la ausencia. Este libro que tengo aquí, no me lo puedo imaginar, porque lo estoy viendo, pero me lo podría imaginar si lo oculto, entonces, para volverlo a poner ahí, necesito imaginarlo, es decir, solo imagino lo que se ha ausentado.

De ahí, la vocación del creador de ficción que ha visto, que ha percibido, que ha intuido, que está buscando la verdad, y la verdad que está buscando topa con lo improbable, con lo indemostrable, pero el espíritu no se va a satisfacer solamente con lo que puede demostrar que es, que es lo de menos, sino simplemente lo que se adivina.

Aquí está el poder seductor, porque es seductora, la ficción.

—¿Cómo podríamos representar esa capacidad de seducción que tiene la ficción?

—Una de las acotaciones teatrales más provocadoras es la de “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca, que, al estar hablando de que hay ahí una torre en un valle, de pronto dice, antes de que arranque la obra, que en la base de la torre donde se escucha a alguien gritar hay una puerta semiabierta…

¡Qué prodigio! La ficción es una puerta semiabierta y una puerta semiabierta siempre es una tentación. Produce atracción y temor al mismo tiempo. Nos pide decidirnos: la cerramos o entramos. Frente al asomo, el principio del conocimiento es el asombro. Aprendemos a pensar porque nos asombramos, pero, ¿qué es asombro? El asombro es justamente el que algo salga de la sombra, por eso el asombro no depende de mí, el asombro depende de que eso que es y que está ahí oculto, de pronto me asalta y entonces me asombra… Ese es el tesoro de la ficción: provocarnos el asombro, que quiere decir, hacer salir de la sombra a lo que nos asalta y nos asombra en todos los sentidos, agradables o desagradables.

Entonces, hay algo que está en la sombra, que también es eso que Freud analiza en la infancia: la atracción de lo siniestro. ¿Por qué? Porque hay, si nos fijamos en los cuentos que fascinan a los niños, dimensiones de lo siniestro, una intuición de lo siniestro, de un origen incestuoso y terrible, pero al mismo tiempo tentador y seductor, por lo que implica el presentir aquello que late en la sombra.

***

Hacemos un corte de la entrevista para cambiar baterías de la cámara y hacer ajustes técnicos.

Antes de volver a filmar platicamos sobre el proceso de creación artística y la relación que tienen la memoria y la imaginación, si es que no son lo mismo.

¿Qué tanto Thomas Harris creó a Hannibal Lecter a partir de su memoria periodística y que tanto otro es resultado de su imaginación literaria?, ¿o acaso la memoria es un acto imaginativo y la imaginación es un acto memorioso?

De Tavira toma un gran sorbo de un vaso de agua y toma aliento.

Volvemos a grabar.

—Como tú dices, la memoria es pura imaginación, pero yo le añadiría un poco más. Eso que llamamos la vida, esa dimensión de lo que nos sentimos el protagonista, y por lo cual hablamos de ‘mi vida’, ‘te cuento mi vida’, eso que llamamos la vida, es un invento de la memoria,  de lo que ya fue, entonces, la memoria es inventar que eso fue, y la consciencia de la vida que tenemos es pura imaginación.

Esto tiene también su base que incluso podemos aproximarnos científicamente. Yo digo que la sustancia con la que trabajamos los creadores de ficción, seamos escritores o actores, no son los datos. Un artista no trabaja con datos. Con los actores es muy claro para que nos sirven los datos, pero yo digo que trabajamos con impresiones. Nuestra materia prima son las impresiones.

¿Y qué es una impresión? Como el nombre lo dice, algo que quedó impreso, es decir, es la huella de la vida. Así como los pasos en la playa, que en la arena van dejando una huella, a veces duradera, a veces muy leve y llega una ola y la borra, pero hay huellas que van siendo más profundas, al grado de ser, como diría Freud, traumas.

Los traumas son heridas que dejan cicatrices o que no cierran, entonces, la construcción de la conciencia personal, de lo que funda nuestra identidad, es lo que llamas la huella anémica. La huella mnémica es lo que la vida, lo que la realidad de la vida, al tocarnos, nos deja como huella, por eso, de pronto podemos decir la palabra ‘limón con chile piquín’ y conseguir salivar, aunque no haya ni limón ni chile piquín. Es decir, esto es algo que se suscita porque está impreso en la huella anémica.

Ese es el capital de trabajo de un actor o de un artista. Su propia memoria en el sentido de las impresiones que están en su tejido nervioso, no en otro lado….

*Escritor y periodista.

@DiegoEOsorno

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