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Opinión. #ConLasNiñasNo

por Agencia Zona Roja

Diego Enrique Osorno*

Érase una vez un país llamado México, en el que cada día cuatro infantes son asesinados, donde todos los meses, mil 200 niñas y niños son hospitalizados a causa de negligencia en sus cuidados o violencia directa en su contra; un lugar en el que solo en el año 2020 fueron agredidas 15 mil 300 niñas, en su gran mayoría por familiares o personas de su núcleo social más cercano. 

El sitio en el que, según cifras oficiales, 193 niñas fueron asesinadas entre 2020 y 2021, aunque en realidad hubo más feminicidios infantiles que los reconocidos por las autoridades. 

Lo anterior puede conocerse gracias a una exhaustiva labor de documentación hecha por la periodista y activista, Frida Guerrera, en su libro, “Con las niñas no”, publicado este verano por Editorial Aguilar. Con esta nueva publicación que se suma a su ardua faena cotidiana, Frida combate la invisibilidad que atraviesan las problemáticas infantiles de nuestro país. 

Lo hace compartiendo mucha información resultado de un intenso trabajo en campo que la ha llevado a volverse referente de la lucha contra el feminicidio infantil. 

A lo largo de su texto, Frida demuestra que la niñez mexicana padece violencia en cualquiera de los ámbitos en los que transcurre la vida, ya sea en los hogares, en las escuelas, en los sistemas de protección y de justicia, en los lugares de trabajo y en el seno de las comunidades. 

Por eso, con justa razón e indignación, casi al terminar de escribir las últimas páginas de este libro, la autora se recuerda a sí misma —y a nosotros también—, que acaba de enterarse de que otra niña fue asesinada “en un país sangrante, que a diario es apuñalado, que todos los días muere de a poco porque estamos permitiendo que liquiden su presente y futuro”. 

Frida nos obliga así a mirar de manera puntual y tratar de entender lo que no solemos mirar y lo que cuesta mucho trabajo asimilar: esa barbarie de todas las barbaries que sufre en este mismo momento la niñez. 

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“Con las niñas no” es un libro que inicia de manera estrujante, buscando sacudir al lector, inquietarlo, llevarlo a mirar lo más oscuro de la humanidad a través de un recuento en el que Frida enumera, puntualiza, describe feminicidio infantil tras feminicidio infantil, abismo tras abismo, provocando una sensación angustiante, lacerante y, al final, de indignación y movilización. 

No creo que exista una persona que después de leer un arranque de libro como este no sienta pesadumbre y al mismo tiempo unas ganas rabiosas de hacer algo. 

“El 14 de marzo, —sintetiza Frida uno de los casos enumerados— en Tijuana, Baja California, el cuerpo de una pequeña de aproximadamente 10 años fue encontrado dentro de una maleta. Según los medios locales, el cuerpo no presentaba signos de violencia, pero sí marcas de inyecciones. Hasta el momento, el cadáver de la niña no ha sido reclamado, por lo que se desconoce su identidad, así como la de sus asesinos”. 

El listado de los otros casos sintetizados continúa después, uno por uno, párrafo tras párrafo, horror tras horror, dibujando en conjunto y por acumulación, el panorama sombrío de nuestra realidad actual: “presentaba huella de tortura”, “el asesino está en espera de sus sentencia”, “se desconoce la identidad del autor material del crimen”, “no hay detenidos”, “en el sofá de su casa”, “Huimanguillo, Tabasco”, “síndrome de Kempe”, “carretera Chamapa-Lechería”, “desapareció afuera de su casa”… 

Y al final de este capítulo introductorio, uno se pregunta ¿qué humanidad tan decadente es la nuestra?, ¿qué hacer ante esta barbarie que está en la cúspide demencial de todas las barbaries desatadas en el mundo contemporáneo? 

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Creo que este libro es una denuncia que llama a la movilización, porque más allá de dar datos duros puntuales y presentar historias de víctimas del feminicidio infantil, Frida reflexiona y cuestiona de manera permanente las vilezas más profundas de la condición humana y las surgidas en la actualidad.

Nos presenta una violencia contra las niñas que, en la mayoría de los casos, viene de entornos conocidos, no desconocidos, y que suele incubarse a través de un adultocentrismo patriarcal y una conducta de constante infravaloración de las infancias. 

“¿Por qué los adultos caen en la omisión e inatención?, ¿creen que gritar, amenazar, golpear o aterrorizar a la niñez es lo correcto?”, se pregunta la autora. Frida también acusa la indolencia que padecemos como sociedad. 

“Nos hemos convertido en seres indiferentes, en zombis”, reclama ante la violencia sistemática e impune contra las infancias. 

“Hay tanto ruido que preferimos no pensar, no ver, no cuestionarnos, no intentar entender cuál es el fondo de todo esto”. 

Y piensa también de manera contundente y lapidaria sobre las vicisitudes de la vida digital: “Siempre me pregunto. ¿A cuántas personas les interesa realmente lo que está pasando con nuestra niñez?, ¿cuántos están dispuestos a dejar el confort de las redes sociales, exigiéndome desde ese espacio que vaya a ayudar a niños aquí y allá, que me pronuncie por algo? 

El mal uso de la tecnología ha agudizado la deshumanización de la sociedad”, sentencia. 

Luego, con cierta nostalgia y esperanza, Frida escarba en sus recuerdos: “Imagino una sociedad diferente, aquella que considero que alguna vez fuimos: la empática, la que se preocupaba si escuchaba el llanto de una niña y que buscaba ayudar, ya fuera denunciando o enfrentando a los padres de esa niña lastimada. 

Hoy, la mayoría prefiere continuar interactuando con el celular, o subir el vidrio del auto para que no los molesten los pequeños sembrados en las esquinas y avenidas de las ciudades, como parte del paisaje urbano, pidiendo limosna o vendiendo chicles”. 

*Escritor y periodista.

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