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Murat, cuatro años sin obras; López Obrador, dos años polémicos

por Agencia Zona Roja

Ismael García M./Zona Roja.

Oaxaca de Juárez, Oax., 30 de noviembre de 2020.- Este martes 1 de diciembre, Alejandro Murat Hinojosa inicia su quinto y penúltimo año de gobierno, con muchas más penas que gloria, con creciente deuda y sin obras públicas propias.

En tanto, Andrés Manuel López Obrador arranca su tercer año del sexenio, en medio de fuertes polémicas, con algunas obras importantes, con creciente disminución de popularidad, con pleitos permanentes con enemigos autocreados y con muchas resistencias que no ha logrado vencer, para consolidar su Cuarta Transformación.

Del mandatario originario del Estado de México, desde inicios de este año dijimos que al terminar la mitad de su mandato, ya había dado por concluido su sexenio, para dedicarse a la búsqueda de su futuro político personal y el de su esposa Ivette Morán con López Obrador, dejando el PRI en manos de Alejandro Avilés.

Murat Hinojosa inició con muchas expectativas; joven, casado y con matrimonio hasta ahora estable; atractivo mercadológicamente y con aparentes deseos de transformar Oaxaca.

Pero a cuatro años, el gobierno ni ha creado ni construido; ni la entidad ha crecido y en cambio sólo hay acciones mediáticas, principalmente con la mayoría de medios de comunicación en la Ciudad de México y a través de redes sociales.

Es cierto, ha enfrentado muchas adversidades naturales –como lo enfrentó su padre en su sexenio; como lo enfrentó Ulises Ruiz con la revuelta social, pero que sí dejaron obras públicas visibles y efectivas–, como dos fuertes sismos, desastres por lluvias y ahora pandemia por Covid.

Pero esta pandemia en absoluto disminuyó el flujo presupuestal destinado para este año; en cambio, ha generado múltiples ahorros en actividades públicas y de personal, dinero que no se ve por ningún lado.

Hay mucho y hay poco qué analizar de los cuatro años de Alejandro Murat. Creciente deuda pública, como los tres mil 500 millones de pesos autorizados en octubre pasado y de los que apenas está utilizando para destinar mil 200 millones a obras y el resto a pago de la deuda.

Pero las obras no son de gran envergadura; no hay, en absoluto, acciones relevantes como en su tiempo dejaron otros gobernadores, con excepción de Gabino Cué, que sólo heredó un puente a desnivel en el crucero de Cinco Señores de la capital.

De José Murat se recuerdan grandes obras de salud y principalmente educativas, como la creación de universidades, ahora del Suneo; como los centros de rehabilitación del DIF; como los distribuidores viales conocidos como vueltas inglesas; como la ampliación a cuatro carriles por los tres accesos a la capital y en muchos municipios más. Por cierto, él inició la supercarretera Oaxaca-Istmo, tras una huelga de hambre en la ciudad de México.

Como Ulises Ruiz, cuya distinción fue ampliar el sistema de universidades y un vasto legado de clínicas y hospitales, a pesar de que varios de ellos no concluyó; dos años no pudo gobernar o lo hizo huyendo, pero por sobre eso, hay obras públicas relevantes, como el adoquinado del zócalo y de varias calles del Centro Histórico.

Hablar de ambos ex mandatarios no significa pontificar su sexenio, lleno de múltiples irregularidades, sino poner un ejemplo de lo que han hecho los dos anteriores gobernadores surgidos del PRI.

Un ejercicio simple: ¿qué obra relevante recuerda del gobierno de Alejandro Murat a cuatro años? Ninguno. Quizá, la rehabilitación de la unidad deportiva “Ricardo Flores Magón”, pero efectuada con recursos federales; quizá el centro de sericultura en Cajonos, pero que servirá para un fin específico, comercial, de una familia. No hay más. Todo lo que presume, es hechura de López Obrador.

Los dos últimos años que vienen, serán netamente políticos, el 2021, para elegir diputados locales, federales y presidentes municipales; el 2020, la sucesión en la gubernatura; por lo tanto, serán dos años dedicados a la política y al proselitismo y no a atender los múltiples y graves problemas sociales.

¿Y LÓPEZ OBRADOR?

¿Y el tabasqueño? A nivel general, la popularidad de Andrés Manuel López Obrador ha ido en descenso, y las encuestas que se publicarán esta semana, lo confirmarán.

Pese a ello, conserva el más alto porcentaje de aceptación que cualquier otro gobernante; aprobación que no ha sabido aprovechar más que concentrar el poder, incluyendo la sujeción del Judicial y del Legislativo, lo que de poco ha servido para transformar al país.

La Cuarta Transformación nada más no termina de sentar sus bases, pues el Presidente de México se la ha pasado culpando a los “conservadores” de todos los males que tiene el país y peleando con enemigos imaginarios, como el Frente Nacional Anti AMLO.

También, es mucho y poco lo que se puede analizar de los dos años del sexenio; para muestra, los constantes reclamos en cada gira presidencial que realiza, como el domingo en Baja California, en que le increparon para exigir medicinas contra el cáncer.

La seguridad está al tope; no ha cedido una milésima y los grupos del crimen organizado cada día son más poderosos; no se les ha tocado ni con una hoja de mariguana. ¿Qué decir de los feminicidios y los crímenes de periodistas?, también en ascenso.

¿Acabar con la impunidad sexenal priista? En absoluto, y la muestra son las negociaciones que emprende con detenidos del gobierno de Enrique Peña Nieto, a quien por cierto la justicia no alcanzará.

Eso sí, ha ganado cada día más probables electores, al entregar de manera directa los apoyos asistenciales a todos los segmentos de la población. Eso sí, le agradecen, y mucho, en las comunidades que el apoyo al campo, a los jóvenes, a las madres, a los estudiantes, llegue de manera inmediata y no a través de intermediarios priistas, como sucedía sexenios atrás, que lucraban con los programas.

Eso sí, Oaxaca no se puede quejar del apoyo presidencial y muy probablemente López Obrador pase a la historia como el hombre que detonó el desarrollo de esta entidad y del sur-sureste de México.

Hay muchas razones para considerar que en su sexenio se concluirán, ahora sí, las supercarreteras al Istmo y a la Costa; más de un centenar de municipios pueden presumir carreteras pavimentadas con trabajo propio y de manera artesanal.

El proyecto transístmico, pese a resistencias, avanza y será la corona de la joya si al concluir su sexenio, deja sentadas las bases del desarrollo de esa región, que incluyen el rescate y la modernización de la vía férrea que une al Pacífico con el Atlántico, así como de la refinería de Pemex y la terminal marítima de Salina Cruz, además de promover la llegada de empresas.

El pero. Morena no se ha podido consolidar pese a estos últimos esfuerzos, y en consecuencia el Presidente de México no tiene un respaldo político fuerte. La semana pasada apenas, un grupo de morenistas, incluyendo legisladores, comenzaron a caminar y recorrer comunidades para resaltar las acciones de López Obrador, lo que debieron hacer todos los beneficiados de la Cuarta Transformación desde hace mucho.

¿Qué esperar del mandatario mexicano? Que modere su conducta agresiva en contra de los medios de comunicación y de sus críticos; que pelee menos, que concilie, que dialogue, que enfrente con fuerza los graves problemas de México, entre ellos la inseguridad. Y aún le quedan cuatro años para lograrlo.

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